martes, 29 de diciembre de 2009
martes, 1 de diciembre de 2009
sábado, 21 de noviembre de 2009
LA VIDA DE LOS OTROS + MARX
jueves, 12 de noviembre de 2009
BLADE RUNNER + HEGEL
sábado, 10 de octubre de 2009
APOCALYPSE NOW + FOUCAULT: HISTORIA DE LA LOCURA (1."STULTIFERA NAVIS")
Todo desgarro tiene un momento previo: "Es posible que las naves de locos que enardecieron tanto la imaginación del primer Renacimiento, hayan sido navíos de peregrinación, navíos altamente simbólicos, que conducían locos en busca de razón [p.23] ... La moda consiste en componer estas "naves" cuya tripulación de héroes imaginarios, de modelos éticos o de tipos sociales se embarca para un gran viaje simbólico, que les proporciona, si no la fortuna, al menos la forma de su destino o de su verdad [p.21] ...
Así se comprende mejor el curioso sentido que tiene la navegación de los locos y que le da sin duda su prestigio. Por una parte, prácticamente posee una eficacia indiscutible; confiar el loco a los marineros es evitar, seguramente, que el insensato merodee indefinidamente bajo los muros de la ciudad, asegurarse de que irá lejos y volverlo prisionero de su misma partida. Pero a todo esto, el agua agrega la masa oscura de sus propios valores; ella lo lleva, pero hace algo más, lo purifica; además la navegación libra al hombre a la incertidumbre de su suerte; cada uno queda entregado a su propio destino, pues cada viaje es, potencialmente, el último. Hacia el otro mundo es adonde parte el loco en su loca barquilla; es del otro mundo de donde viene cuando desembarca. La navegación del loco es, a la vez, distribución rigurosa y tránsito absoluto. En cierto sentido, no hace más que desplegar, a lo largo de una geografía mitad real y mitad imaginaria, la situación liminar del loco en el horizonte del cuidado del hombre medieval, situación simbolizada y también realizada por el privilegio que se otorga al loco de estar encerrado en las puertas de la ciudad; su exclusión debe recluirlo; si no puede ni debe tener como prisión más que el mismo umbral, se le retiene en los lugares de paso. Es puesto en el interior del exterior, e inversamente. Posición altamente simbólica, que seguirá siendo suya hasta nuestros días, con sólo que admitamos que la fortaleza de antaño se ha convertido en el castillo de nuestra conciencia.
El agua y la navegación tienen por cierto este papel. Encerrado en el navío de donde no se puede escapar, el loco es entregado al río de mil brazos, al mar de mil caminos, a esa gran incertidumbre exterior a todo. Está prisionero en medio de la más libre y abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita. Es el Pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del Viaje. No se sabe en qué tierra desembarcará; tampoco se sabe, cuando desembarca, de qué tierra viene. Sólo tiene verdad y patria en esa extensión infecunda, entre dos tierras que no pueden pertenecerle. ¿Es en ese ritual y en sus valores donde encontramos el origen del prolongado parentesco imaginario, cuya existencia podemos comprobar sin cesar en la cultura occidental?¿O es, inversamente, ese parentesco, el que, desde el comienzo de los tiempos determina, y luego fija el rito del embarco? Una cosa podemos afirmar , al menos: el agua y la locura están unidas desde hace mucho tiempo en la imaginación del hombre europeo [p25-26]"
Y un momento posterior: "... la separación ya está hecha; entre las dos formas de experiencia de la locura no dejará de aumentar la distancia. Las figuras de la visión cósmica y los movimientos de la reflexión moral, el elemento trágico y el elemento crítico, en adelante irán separándose cada vez, abriendo en la unidad profunda de la locura una brecha que nunca volverá a colmarse. Por un lado, habrá una Nave de los locos, cargada de rostros gesticulantes, que se hunde poco a poco en la noche del mundo, entre paisajes que hablan de la extraña alquimia de los conocimientos, de las sordas amenazas de la bestialidad, y del fin de los tiempos. Por el otro lado, habrá una Nave de los locos que forme para los sabios
La misión de Willard es embarcarse para remontarse río arriba, hasta donde viven las culturas que todavía no han efectuado la ruptura entre la razón y la sinrazón. Hasta donde Kurtz puede revivir la experiencia trágica del mundo. Hasta donde se esconde el verdadero conflicto entre oriente y occidente. La misión de Willard es destruir la posibilidad de un entendimiento.
APOCALYPSE NOW (CINECLUB.56) [EN CONSTRUCCIÓN]
miércoles, 7 de octubre de 2009
JOHN RAWLS: PRINCIPIOS DE LA JUSTICIA PARA LAS INSTITUCIONES
miércoles, 30 de septiembre de 2009
LA REGLA DEL JUEGO (CINECLUB.53) + JUEGOS DIVERTIDOS (CINECLUB.54)
DEVENIR-CAFÉ
lunes, 21 de septiembre de 2009
UN NUEVO COMIENZO
viernes, 18 de septiembre de 2009
FELIZ CUMPLEAÑOS
martes, 15 de septiembre de 2009
domingo, 13 de septiembre de 2009
JUAN NADIE (CINECLUB.52) + LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
viernes, 4 de septiembre de 2009
EL ACORAZADO POTEMKIN (CINECLUB.51) + PAUL VIRILIO
miércoles, 12 de agosto de 2009
MOBY DICK (CINECLUB.50)
2. Unas breves notas biográficas sobre Melville: en la primavera de 1837 embarcó como grumete en el Highlander, velero mercante de la línea Nueva York-Liverpool. De regreso a Estados Unidos trabajó como profesor y en 1841 viajó a los Mares del Sur a bordo del ballenero Acushnet. Tras 18 meses de travesía abandonó el barco junto con Tobías Green, en las islas Marquesas (9 de julio de 1842) y vivió un mes entre los caníbales. Después de la huída de Green escapó en el ballenero australiano Lucy Ann y desembarcó en Papeete (Tahití), donde pasó algún tiempo en prisión. Trabajó como agricultor en las plantaciones de una isla cercana y viajó a Honolulú (Hawai), y desde allí, en 1843, se enroló en la fragata de la Marina estadounidense United States. Desembarcó en Boston el 14 de octubre de 1844. A partir de 1844 dejó de navegar y comenzó a escribir novelas basadas en sus experiencias como marino; participó en la vida literaria de Boston y Nueva York. Estudió filosofía y leyó apasionadamente a Rabelais, sir Thomas Browne, Shakespeare y Carlyle.
3. Es una historia de persecución y de búsqueda, o lo que es lo mismo, de huída: mientras los demás (tripulación) se mueven deslumbrados por un doblón de oro, hay que elegir entre morir persiguiendo y atado a los propios fantasmas (Ahab) o sobrevivir agarrado a un ataúd (Ismael).
viernes, 24 de julio de 2009
sábado, 18 de julio de 2009
A LOS PADRES DE MARZO
De todas las verdades escogieron el día:
El aire, el vino van con los dos amantes,
Dos amantes dichosos no tienen fin ni muerte,
Pablo Neruda. XLVIII en Cien sonetos de amor
GENTE CORRIENTE (CINECLUB.48)
Continuando con el tema de las relaciones personales en el entorno familiar, esta semana (16/7/09) hemos proyectado en nuestro cineclub (habrá que ir pensando en ponerle un nombre) la ópera prima como director de Robert Redford, titulada Ordinary people (gente corriente), una producción estadounidense del año 1980 que se adentra sin prisas en el espesor del dolor de una familia media suburbana.
Mientras que Elsker digt for evigt (CC.47) centraba su intensidad en el cruce de dos ejes marido-mujer, dando al eje padres-hijos un tratamiento más convencional (los celos de la hija adolescente), la cinta de Redford sobre la novela de Judith Guest se desplaza principalmente sobre la relación entre los dos padres (Calvin y Beth) y sus dos hijos, uno de ellos físicamente ausente tras morir en un accidente (Buck) y el otro de vuelta tras intentar desaparecer cortándose las venas (Conrad), y sólo tras la evolución de esta línea padres-hijos se verá afectada la relación marido-mujer.
La historia narra el intento de volver a la normalidad de la familia Jarrett tras la muerte de uno de sus hijos y de su consecuencia: la depresión suicida del otro hijo, que vive acosado por la culpa del superviviente. Su retorno desde el hospital psiquiátrico da inicio al complicado camino de la normalización, que se puede afrontar de dos maneras: en la película se enfrentan la estrategia de Beth (la madre-esposa), orientada a mantener las apariencias y basada en el silencio, y la estrategia de Conrad (el hijo), que no acepta las máscaras y buscará una superación real de la situación a través de la palabra. En medio se encuentra Calvin (el padre-marido), inicialmente en la tarea imposible de compatibilizar ambas posiciones, por lo que al final deberá tomar partido.
Sólo destacar dos cosas:
1. La película se ve atravesada por la presencia continua e inquietante de lo acuático[1], símbolo de lo Otro, de lo que queda fuera de los límites de la razón. El accidente que provoca la depresión de Conrad ocurre en las aguas del lago Michigan, y el agua de la piscina supone el recuerdo continuo de ese momento: sólo cuando abandona la natación para ir a la consulta psiquiatra, cuando sustituye la inestabilidad procelosa de lo acuático por la firmeza racional de la palabra, lo abierto por lo normalizado, se abre la vía de su curación; y siguiendo con esta línea, el climax de la película coincide con el terror que provoca la apertura de un grifo y con la capacidad de Conrad para cerrarlo sin consecuencias. Parece que la vida se trata en todo momento de no hundirse, de salir a flote.
2. También recorre la historia la idea de “hacer hablar” (y de mandar callar) para normalizar -de nuevo la sociedad confesante-, que encuentra su figura central en el Dr. Berger, psiquiatra que trabaja sobre Conrad según el esquema psicoanalítico clásico: conocer lo reprimido cura. Frente a esta verdad médica, encontramos en Michel Foucault[2] (otra vez) la denuncia de esta incomunicación profunda que caracteriza la relación de nuestra sociedad con el loco: «En medio del apacible mundo de la enfermedad mental, el hombre moderno ya no se comunica con el loco: está, por una parte, el hombre cuerdo que delega al médico la locura, no autorizando así más relación que la que se da a través de la universalidad abstracta de la enfermedad; y está, por otra parte, el hombre loco que no se comunica con el otro a no ser por medio de una razón abstracta, que es orden, constricción física y moral, presión anónima del grupo, exigencia de conformidad. No hay lenguaje común; o más bien, ya no hay lenguaje común; la constitución de la locura como enfermedad mental, a finales del siglo XVIII, levanta acta de un diálogo roto, da la separación como ya adquirida, y hunde en el olvido todas esas palabras imperfectas, sin sintaxis fija, un poco balbucientes, en las que se hace el intercambio de la locura y de la razón. El lenguaje de la psiquiatría, que es un monólogo de la razón sobre la locura, sólo ha podido establecerse sobre un silencio como éste».
1+2. La vida no es sólo flotar: de vez en cuando hay que ahogarse, sin miedo.
[1] Véase al respecto la entrada de este blog “A propósito de M. Foucault: notas para una posible Historia de
[2] Foucault, Michel, Historia de
viernes, 10 de julio de 2009
TE QUIERO PARA SIEMPRE (CINECLUB.47)
Comienza aquí una serie de posts que utilizarán perversamente la excusa del cine para introducir “con un poco de azúcar” enfoques filosóficos (de momento no me pienso disculpar).
El jueves pasado (9/7/09) se proyectó en nuestro pequeño cineclub un ejercicio DOGMA de Susanne Bier con el título Elsker digt for evigt (te quiero para siempre), producción danesa del año 2002 narrada en un tono de realismo íntimo muy estético.
Como en casi todas las películas sobre relaciones humanas al estilo Rohmer, la línea argumental es muy sencilla y las emociones y conflictos muy complejos. La parte de la historia que queda a la vista es la siguiente: las vidas de una pareja joven (Cecilie y Joachim), recién prometidos y aparentemente enamorados, se cruzan con las de un matrimonio maduro (Marie y Niels) que, con una hija adolescente y dos hijos pequeños, funciona razonablemente bien. El azar detonante del encuentro es un accidente de tráfico (Marie atropella a Joachim, que queda tetrapléjico), lo cual introduce una primera serie de sentimientos de culpa a la que se sumarán los resultantes de la relación que inician Niels y Cecilie, cuya consecuencia inevitable será el fracaso del matrimonio.
La cinta se centra en el desfase temporal que media entre la rotura inesperada y brutal de la felicidad de Cecilie y Joachim y la progresiva y consentida de Marie y Niels, aunque ambas se muestren igual de inevitables desde casi el mismo instante. Ahora bien, la inevitabilidad no es del mismo tipo en ambos casos, pues mientras el accidente se nos presenta como fatalidad (al menos en el sentido de no deseado), la ruina moral de Niels es resultado de una posición ética que no por ser más aceptada es menos dudosa.
En un primer momento parece justificación suficiente para el comportamiento de Niels (que cambia una familia funcional por una aventura sexual con una mujer joven) la coartada del enamoramiento. Es más, el romántico discurso que otorga al amor sexualizado legitimidad para romper pactos, cuenta con rango de verdad indiscutible: sólo ponerlo en duda exalta pasiones equivalentes a las que provocan los dogmas religiosos. Y, a la manera de Carrie Bradshaw, yo me pregunto: ¿qué se esconde tras esta sobrevaloración del amor sexualizado?.
Aún a riesgo de ser antipático, creo que deben ser desenmascarados los mecanismos del poder que se esconden detrás de la fantasía de la “liberación sexual” (y de cualquier otro discurso con similares pretensiones de verdad). Y para ello no conozco mejor herramienta que el bellísimo libro La voluntad de saber, el primero de la serie Historia de
Para no perdernos, simplifiquemos. La visión que tiene Foucault del poder (multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes constitutivas de la organización; nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada) no es represiva, sino productiva: los mecanismos con los que opera el poder son dispositivos capaces de especificar –de producir identidad- a los individuos para su control en la sociedad disciplinar (a lo largo del blog iremos desarrollando este tema). Una vía de entrada es el cuerpo, donde poder y placer no se anulan, sino que se reactivan en las espirales perpetuas de la sexualidad, dispositivo productor de verdad.
Para Focault, históricamente ha habido dos grandes procedimientos para producir la verdad sobre el sexo. De un lado, en la mayoría de sociedades ha existido un ars erotica, donde la verdad era extraída del placer mismo a través de la práctica y la experiencia y donde el saber debía permanecer secreto para mantener su eficacia (figuras del maestro, de la transmisión esotérica, de la iniciación). Del otro, nuestra civilización –el occidente moderno- ha desarrollado una scientia sexualis, dominada por la confesión (y por tanto opuesta al secreto magistral).
Admitámoslo, somos una sociedad confesante, y a su través individualizante, con lo que de eficaz tiene la sujeción –constitución de los hombres como sujetos- para el poder. Y más aún, el sexo es un tema privilegiado de la confesión, la cual rige la producción de su discurso de verdad: las sociedades occidentales registran y clasifican sus placeres. Y junto al “hacer hablar” aparecen los métodos de la interpretación que convierten al que escucha en dueño de la verdad (Finn en esta película). [En la próxima película del cineclub (Ordinary people) quizá tendremos que hablar sobre el “hacer hablar” y su función normalizadora].
En palabras de Foucault: «Entre cada uno de nosotros y nuestro sexo, el Occidente tendió una incesante exigencia de verdad: a nosotros nos toca arrancarle la suya, puesto que la ignora; a él, decirnos la nuestra, puesto que la posee en la sombra. ¿Oculto, el sexo? ¿Escondido por nuevos pudores, metido en la chimenea por las tristes exigencias de la sociedad burguesa? Al contrario: incandescente. Hace ya varios cientos de años, fue colocado en el centro de una formidable instancia de saber. Instancia doble, pues estamos constreñidos a saber qué pasa con él, mientras se sospecha que él sabe qué es lo que pasa con nosotros. Determinada pendiente nos ha conducido, en unos siglos, a formular al sexo la pregunta acerca de lo que somos. […] Occidente ha logrado no sólo –no tanto- anexar el sexo a un campo de racionalidad, sino hacernos pasar casi por entero –nosotros, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra individualidad, nuestra historia- bajo el signo de una lógica de la concupiscencia y el deseo. Tal lógica nos sirve de clave universal cuando se trata de saber quiénes somos. […] El sexo, razón de todo»[2] .
La sexualidad misma es producida: es un dispositivo histórico sin una realidad por debajo (no hay que concebirla como una naturaleza dada que el poder intentaría reducir o como un campo oscuro que el saber intentaría descubrir), una vía de paso para las relaciones de poder. Y este dispositivo de sexualidad producido por Occidente se superpone sobre el dispositivo de alianza (sistema de matrimonio, de fijación y de desarrollo del parentesco, de transmisión de nombres y de bienes) que tradicionalmente había producido el sexo: «el dispositivo de sexualidad, como el de alianza, está conectado a los compañeros sexuales, pero de una manera muy distinta. Se los podría oponer término a término. El dispositivo de alianza se edifica en torno de un sistema de reglas que definen lo permitido y lo prohibido, lo prescrito y lo ilícito; el de sexualidad funciona según técnicas móviles, polimorfas y coyunturales de poder. El dispositivo de alianza tiene entre sus principales objetivos el de reproducir el juego de las relaciones y mantener la ley que las rige; el de sexualidad engendra en cambio una extensión permanente de los dominios y las formas de control. Para el primero, lo pertinente es el lazo entre dos personas de estatuto definido; para el segundo, lo pertinente son las sensaciones del cuerpo, la calidad de los placeres, la naturaleza de las impresiones, por tenues o imperceptibles que sean. Finalmente, si el dispositivo de alianza está fuertemente articulado con la economía a causa del papel que puede desempeñar en la transmisión o circulación de riquezas, el dispositivo de sexualidad está vinculado a la economía a través de mediaciones numerosas y sutiles, pero la principal es el cuerpo –cuerpo que produce y que consume-. En una palabra, el dispositivo de alianza sin duda está orientado a una homeostasis del cuerpo social, que es su función mantener; de ahí su vínculo privilegiado con el derecho; de ahí también que, para él, el tiempo fuerte sea el de la “reproducción”. El dispositivo de sexualidad no tiene como razón de ser el hecho de reproducir, sino el de proliferar, innovar, anexar, inventar, penetrar los cuerpos de manera cada vez más detallada y controlar las poblaciones de manera cada vez más global»[3].
Hoy el dispositivo de la sexualidad sostiene el viejo sistema de la alianza: la sexualidad da cuerpo y vida a las reglas de la alianza saturándolas de deseo. Si la sociedad nobiliaria se había afirmado por la sangre (ascendencia), la burguesía mira al cuerpo (descendencia): el sexo será la “sangre” de la burguesía, la sexualidad es originaria e históricamente burguesa. El antiguo derecho de muerte se ha transformado en administración de la vida, a través de una anatomopolítica del cuerpo humano y de una biopolítica de la población: es la era de un nuevo bio-poder (invadir la vida entera), indispensable para el desarrollo del capitalismo (inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos) y el sexo se encuentra en la intersección de los dos ejes (disciplinas del cuerpo y regulación de las poblaciones).
Desde este punto de vista, la película narra precisamente la historia de esta destrucción: el triunfo de un nuevo poder ligado a nuevos procesos económicos y nuevas estructuras políticas, el paso de una simbólica de la sangre a una analítica de la sexualidad. «Ironía de este dispositivo de sexualidad: nos hace creer que en él reside nuestra “liberación”»[4].
[1] Foucault, Michel, Historia de
[2] Op. Cit. p.82.
[3] Op. Cit. p.112-113.
[4] Op. Cit. p.169.