PRÓLOGO: POLITIZAR EL ARTE
La reflexión de Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica[1] se lleva a cabo sobre el fondo ideológico de la teoría marxista, según la cual el progreso de la historia conllevará inevitablemente el triunfo de la revolución y la abolición del capitalismo[2]. No obstante, pese a alinearse con la idea canónica del materialismo histórico[3], según la cual la transformación de la cultura (superestructura) sigue a los cambios en los modos de producción (infraestructura), Benjamin quiere ver en las tendencias evolutivas del arte un valor combativo, como pronóstico de los cambios que están por venir pero también con capacidad de acelerar la formación de exigencias revolucionarias.
Es este marco conceptual (progreso lineal hacia la revolución) el que permite a Benjamin valorar, en mi opinión ingenuamente[4], los conceptos artísticos heredados -creación, genialidad, perennidad, misterio- como utilizables por el fascismo, y los nuevos conceptos que se vislumbran como inútiles al fascismo y útiles a la revolución.
Si bien la obra de arte siempre ha podido ser copiada, su reproducción técnica, que se abre paso en la historia de forma intermitente (fundido, acuñado, xilografía, imprenta, grabado en cobre, aguafuerte, litografía), supone una progresiva mejora en precisión y capacidad, que atraviesa un umbral con la fotografía y culmina en el cine y la reproducción sonora.
Este umbral supone que el ojo que capta por un objetivo sustituye a la mano de un sujeto que dibuja, un cambio que es a la vez de perspectiva (subjetivo > objetivo) y de capacidad medida en términos de velocidad (dibujar > captar).
Ahora bien, estas nuevas técnicas de reproducción no sólo posibilitan (1) copiar el arte existente, con su consiguiente cambio de función, sino que también suponen (2) la aparición de nuevos géneros artísticos.
2.
La reproducción técnica del arte heredado, más independiente que la "falsificación" manual y capaz de hacer salir al arte al encuentro del destinatario, se deja por el camino el «aquí y ahora de la obra de arte». La autenticidad del arte no es capaz de sobrevivir a su difusión por medios técnicos: su existencia singular es aniquilada por la multiplicación, su estructura física no es reproducible, su tradición se pierde; y con ello se pone en duda la propia autoridad de la obra de arte.
Todas estas deficiencias que la reproducción técnica produce en la función tradicional de la obra de arte son agrupadas por Walter Benjamin en el concepto de aura: el aquí y ahora, la autenticidad, la autoridad, la testificación histórica, la tradición. Así, la tesis principal del texto se puede enunciar ya en términos del nuevo concepto: «en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es su aura», es decir, la actualización y la multiplicación que supone la reproducción-difusión, cuyo paradigma es el cine, desvincula a lo reproducido de la tradición-herencia (lo irrepetible) y abre posibilidades a la renovación al conectar con las masas.
3. LAS MASAS PREFIEREN
Para Benjamin, las transformaciones sociales a gran escala se traducen en cambios de sensibilidad, es decir, la percepción está condicionada también históricamente, y, por tanto, cree posible extraer conclusiones sobre condicionamientos sociales a partir de la constatación de hechos culturales, insistiendo implícitamente en la capacidad catalítica del arte.
Así, si se entiende el aura como lejanía («definiremos [aura de objetos naturales] como la manifestación irrepetible de una lejanía»), y se fija la atención en la importancia creciente de las masas, se puede rastrear el desmoronamiento del aura en la aspiración de las masas a la cercanía, a adueñarse de los objetos en su proximidad, tanto espacial como humana. A ello se presta mejor la reproducción (fugacidad y repetición) que la imagen (perduración y singularidad), pues conecta mejor con una percepción guiada por un sentido de la igualdad desnuda.
4. DE
El origen de la obra de arte es ritual (mágico o religioso). Su valor tradicional se funda en su utilidad para el culto, para la que es decisiva la lejanía (entendida como inaproximable), es decir, el aura.
Una vez traspasado el umbral de la reproductibilidad técnica masiva que significa la fotografía, la concepción del arte basada en la autenticidad entra en crisis y desemboca en la idea de un arte «puro», asocial y no objetual, liberado de su función ritual y abierto a un nuevo ámbito de fundamentación: la política.
5. DEL VALOR CULTUAL AL VALOR EXHIBITIVO
Esta doble de función va asociada a dos modos receptivos distintos y polarizados: cultual y exhibitivo. La función ritual pone el acento en el valor de culto de la obra de arte, por lo que cobra importancia su presencia auténtica (aurática) sobre su visión. La liberación de esta función deprecia progresivamente la autenticidad en favor de la exhibición, hasta que, al atravesar el umbral de la reproducción técnica cuantitativamente masiva, la obra de arte cambia de naturaleza. Así, lo que tradicionalmente se ha entendido por función artística sería un momento de tránsito entre el instrumento mágico y el instrumento político.
TESIS:
Una vez que se puede reproducir la realidad de forma rápida y precisa por medios técnicos, el arte, que venía entendiéndose a sí mismo como imitador de la realidad, ya no puede seguir siendo lo mismo y deberá convertirse en otra cosa.
Apoyado en la realidad de esta transformación inevitable en el mundo del arte, producto de azares históricos, Walter Benjamin pretende hacer una lectura política que, del hecho estético de la caída del arte burgués (la pintura) en favor del nuevo arte de masas (el cine), deduzca directamente el advenimiento de la revolución.
Así, asocia al arte tradicional los valores relacionados con la burguesía (autenticidad, tradición, autoridad, asocial, distancia), resumidos en el concepto de aura, mientras que el nuevo arte se caracteriza por los valores de las masas proletarias (reproducción, público, cercanía, simultaneidad, colectividad).
En mi opinión, si bien la interpretación estética que hace Benjamin del cambio de naturaleza del arte tras el advenimiento de la fotografía y el cine es muy acertada, la predicción política de que el nuevo arte soplará sólo a favor de la revolución socialista es, como mínimo, problemática. De hecho, el propio texto (§10) recoge el principal dilema: «mientras sea el capital quien de en [el cine] el tono, no podrá adjudicársele al cine actual otro mérito revolucionario que el de apoyar una crítica revolucionaria de las concepciones que hemos heredado sobre el arte [...] pero este no es el centro de gravedad de la presente investigación». En este sentido, considero, con Adorno, que el arte de masas no es por sí liberador, sino que se puede utilizar también en el sentido contrario, como legitimador del control (como demuestra la experiencia).
[1] Walter Benjamin. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en Discursos interrumpidos I. Editorial Taurus.
[2] «Con el desarrollo de la gran industria cede bajo los pies de la burguesía la base misma sobre la que se produce y se apropia de los productos. Produce, sobre todo, a sus propios enterradores. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables». Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista. Alianza Editorial. Madrid, 2005. Página 57 (el subrayado es mío).
[3] «¿Hace falta profundo conocimiento para comprender que al cambiar los hombres sus condiciones de vida, su existencia social, cambian también sus representaciones, sus visiones y conceptos, en una palabra, su conciencia? ¿Qué otra cosa demuestra la historia de las ideas sino que la producción intelectual cambia de forma con la material? Las ideas dominantes de una época nunca han sido otra cosa que las de la clase dominante. Se habla de ideas que revolucionan toda una sociedad; con ello no se hace más que expresar el hecho de que en la vieja sociedad se han formado los elementos de una nueva, de que, con la disolución de las viejas condiciones de vida, se produce también la disolución de las viejas ideas». Marx/Engels, Manifiesto comunista, ob. cit. p.66.
[4] En la nota 19 del artículo que estamos analizando, Benjamin no puede menos que reconocer que «con las innovaciones en los mecanismos de transmisión [...] salen vencedores el dictador y la estrella de cine», con lo que se abre la puerta a la utilización de las nuevas posibilidades de control de masas por el fascismo.
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